Te maldigo

Mis manos están rígidas por no escribirte, lo siento por la ausencia, pero este tiempo lo he dedicado a encontrarme. Si estás encontrándote es porque te perdiste – claro -, es porque me perdí en la inmensidad de mis pensamientos y en la profundidad de mi dolor.

La verdad es que lo que me ha pasado durante mi vida a ratos ha sido insoportable, a ratos me ha desgarrado el alma [esa sensación de aire caliente que pasa desde la boca al estómago y que hace que se tensen los músculos abdominales, lo que se transforma en canales de energía alrededor del cuerpo, pero que llevan filo y te destrozan por dentro], hay muchos días en que no quiero estar aquí, pero tampoco allá; entonces pienso en morir, pero morir no es tan fácil y se necesita valentía que aún no consigo para llevarlo a cabo. Una vez intenté cortarme las venas con una navaja, la verdad es que sólo logré tener cortes superficiales, pero ese dolor que experimenté me hizo adicta por un tiempo y seguí en la praxis, pero en lugares que nadie los viera porque yo siempre estaba bien, a mi nunca me pasaba nada.

Mis piernas muchas veces estaban heridas y nadie lo supo, porque avergonzada o me permitía contar lo que me pasaba, mi cuello y mi pecho muchas veces lo rasguñé hasta el punto de herir la piel superficialmente, pequeños capilares rotos por varias partes de mi cuerpo, destrozarme de a poco. Muchas veces me golpeé los senos porque aún tenía el recuerdo de las manos de Julio tocándome, mirándome; lo hacía porque era adicta al dolor, adicta  a sentirme culpable por todo lo que mi Padre Maldito en Vida, me había hecho. Él me hizo sentir culpable por su ACTO TAN REPUDIABLE, me hizo sentir culpable por ser abusada, por ser objeto dentro de mi casa, culpable de ser merecedora del dolor y el sufrimiento.

Maldigo a mi familia por todo lo que me han hecho; a mis primos, a mis tíos, a mis abuelos por su falta de amor y por no protegerme, te maldigo a ti JULIO CESAR BENAVIDES CARDENAS por hacerme venir a esta vida a ser resiliente aunque yo no lo haya pedido en mi vida anterior.

Mi ser de luz prefiere no odiar, ni maldecir; pero esta vez me toca mi parte.

Hoy no puedo tener palabras de amor, esperanza o vida… hoy tengo rabia, impotencia y un profundo sentir de ya no existir, pero soy cobarde y me mantengo aquí en mi rutina porque sí, por qué no, hasta que el destino y mi alma me susurren lo contrario.

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